miércoles, 27 de enero de 2016

Yo, en tu lugar...

En el grupo de los impertinentes se destacan aquellos que siempre viven diciendo: yo, en tu lugar, si yo fuera esa persona, etc. 

A ellos hay que recordarles la famosa historia de Damocles, un cortesano de Dionisio, tirano de Siracusa, 400 años a.C. Damocles envidiaba el poder y la fortuna de su señor y repetía frases como estas: Si yo estuviera allí, si tuviera su poder, si estuviera en el trono, si yo fuera Dionisio. 


Se enteró el gobernante, lo mandó a llamar y le dijo: Siéntate en mi lugar; a partir de hoy desempeñarás mis funciones, pues debo ausentarme unos días. 

Y, sin que Damocles lo supiera, había hecho colgar encima del trono una enorme espada, sujeta sólo por un delgado hilo. Quería que tomara conciencia de las responsabilidades del cargo, los peligros, las envidias y las conspiraciones. 

Cuando Damocles vio la espada reconoció su insensatez, rehusó la oferta y prefirió quedarse como estaba.

¿Qué autoridad tiene usted para decirle a alguien: yo en tu lugar me separaría, yo en tu lugar haría esto o aquello? 

Esos juicios suelen ser el fruto de mucha ligereza y poca sabiduría. Se dictan desde afuera, sin el debido conocimiento, y generan decisiones funestas. 

Consejos de ese talante harían desmayar a Carl Rogers, el maestro de la consejería no directiva. 

Por lo mismo, sea usted discreto y comprensivo y no se empeñe en manejar la vida de los otros, manipularlos o juzgarlos. 

No imite a los comentaristas deportivos que desde la cabina meten todos los goles que, según su juicio, botan los torpes futbolistas en la cancha. 

¡Es tan fácil torear desde la barrera! ¡Es tan cómodo engañarse viendo soluciones cuando uno sólo está de espectador! 

Conozco una adolescente que alimenta un odio visceral por la mejor amiga de la mamá. Ella la empujó a separarse y hoy en día la mamá reconoce que tomó una decisión equivocada. 

Ah, cuánto nos cuesta practicar eso que en Japón llaman haragei: el arte (gei) de estar en el estómago (hara) de los otros. 

El mismo arte de caminar con sus zapatos.

Ánimo, sea usted un artista en respetar y deje que cada cual siga su camino. 

La tolerancia no es indiferencia, es aceptar a los demás y, al mismo tiempo, influir en ellos con amor. 

Con razón dicen que buen guía no es el que da las mejores respuestas, sino quien hace las mejores preguntas. 


Y también se afirma que lo valioso no es preparar el camino para los hijos, sino preparar a los hijos para el camino. 

Gonzalo Gallo