viernes, 12 de abril de 2019

Luz y amor




El camino con corazón...


Nadie sabe cual es su futuro;
por eso debemos dejar
que Dios dirija nuestra vida.
Proverbios 20, 24

EL CAMINO CON CORAZÓN 

Y EL  CAMINO SIN CORAZÓN

Cualquier cosa es un camino entre cantidades de caminos.

Por eso debes tener siempre presente que un camino es sólo un camino.

Si sientes que no deberías seguirlo, no debes seguir en él bajo ninguna condición.

Para tener esa claridad debes llevar una vida disciplinada.

Sólo entonces sabrás que un camino es nada más un camino, y no hay afrenta, ni para ti ni para otros, en dejarlo si eso es lo que tu corazón te dice.

Pero tu decisión de seguir en el camino o de dejarlo debe estar libre de miedo y de ambición.  

Mira cada camino de cerca y con intención. Pruébalo tantas veces como consideres necesario.

Luego hazte a ti mismo, y a ti solo, una pregunta: ¿Tiene corazón este camino?

Si tiene (corazón), el camino es bueno; si no, de nada sirve.

Todos los caminos son lo mismo, no llevan a ninguna parte.

Son caminos que van por el matorral.

Ningún camino lleva a ninguna parte, pero uno tiene corazón y el otro no...

El camino con corazón hace gozoso el viaje; mientras lo sigas, eres uno con él.

El camino sin corazón te hará maldecir tu vida. Uno te hace fuerte; el otro te debilita.

El problema es que nadie se hace la pregunta, y cuando por fin se da cuenta de que ha tomado un camino sin corazónel camino está ya a punto de matarlo.

Un camino sin corazón nunca se puede disfrutar. Hay que trabajar duro tan sólo para tomarlo.

En ese punto pocas personas pueden parar a pensar y dejar el camino...

En cambio, un camino con corazón es fácil: no te hace trabajar por tomarle gusto. 

Para mí existe solamente el viajar por caminos con corazón, en cualquier camino que pueda tener corazón.

Por ahí viajo, y el único desafío que vale la pena es vivirlo en toda su longitud. Y por ahí viajo, buscando, buscando, sin aliento.

“Las enseñanzas de Don Juan” de Carlos Castañeda.

Primera Carta de San Pablo 

a los Corintios

La preeminencia del amor

13     

1 Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. 

2 Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. 

3 Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.

4 El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, 5 no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, 6 no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. 7 El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; 

9 porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. 

10 Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. 

11 Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, 

12 pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. 

13 En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.