domingo, 24 de julio de 2016

La Verdad carece de Conflicto

Una historia que nos da una técnica para el segundo acuerdo: no tomarnos nada personalmente el Dr. Miguel Ruiz en los Cuatro Acuerdos lo explica:

Da inmunidad contra el veneno emocional 
y por lo tanto desaparece la rabia, los celos, la envidia y la tristeza.

Da una enorme libertad.

Cuando te acostumbres a no tomarte nada personalmente, 
no necesitarás depositar tu confianza en lo que hagan o digan los demás. 

Bastará con que confíes en ti mismo para elegir con responsabilidad. 

Nunca eres responsable de los actos de los demás; 
sólo eres responsable de ti mismo.

Si alguien no te trata con amor y respeto que se aleje de ti es un regalo

Por siglos se ha hablado del conflicto entre el BIEN y el MAL, 
el conflicto es entre la VERDAD y la MENTIRA,  
TODO CONFLICTO es resultado de las MENTIRAS, 

La VERDAD carece de CONFLICTO

La MENTIRA es DISTORSIÓN DE LA PALABRA

Algunas mentiras son inocentes y otras son letales

Creer en una mentira, aunque sea inocente, 
puede hacer surgir emociones que sentimos como un fuego que quema en nuestro interior. 
Las sentimos como un veneno — nos duelen, nos duelen físicamente — 
y sufrimos por una historia que no es real.

Las emociones son reales; son parte de la verdad, 
pero la razón por la que las estamos sintiendo no lo es. 
No es verdad; es ficción.

Tarde o temprano, 
llega la verdad y las mentiras no pueden sobrevivir ante la presencia de la verdad 

PREGÚNTALE A TUS MUERTOS

En un amplio patio de la casa más elevada del poblado, descansaba un hombre anciano cuyo rostro se decía que inspiraba una extraña mezcla entre misericordia y firmeza. Era conocido por el nombre de Khalil, y de todos era sabido que de sus palabras parecía brotar un manantial de sabiduría.

Un día de sol, en el que el anciano se hallaba meditando bajo la sombra de una vieja higuera, se presentó ante el umbral de su jardín un joven que dijo:

- “Amigo sabio, ¿puedo pasar?”

- “La puerta está abierta” - respondió Khalil.

El joven, cruzando el umbral y acercándose al anciano, le dijo:

- “Me llamo Maguín y soy artista. Mi trabajo es sincero y pleno de sentimiento, sin embargo tengo un gran problema: me atormentan las críticas que se hacen de mi vida, mi obra y mi persona. Vivo obsesionado por las descalificaciones de los críticos de arte, y por más que trato de que no me afecten, me acaban esclavizando... Sé que eres un hombre sabio y que tu fama de sanador alcanza los horizontes más remotos. Dicen también que tus remedios son extraños, y, sin embargo, no me falta confianza para acudir a ti, a fin de conseguir la paz que tanto necesito en la defensa de mi imagen.”

Khalil, mirando al joven con cierta displicencia, le dijo:

- “Si quieres realmente curarte, vé al cementerio de la ciudad y procede a injuriar, insultar y calumniar a los muertos allí enterrados. Cuando lo hayas realizado, vuelve y relátame lo que allí te haya sucedido.”

Ante esta respuesta, Maguín se sintió claramente esperanzado en la medicina del anciano. Y aunque se hallaba un tanto desconcertado por no entender el porqué de tal remedio, se despidió y salió raudo de aquella casa.

Al día siguiente, se presentó de nuevo ante Khalil.

- “Y bien, ¿fuiste al cementerio?” - le pregunto éste.

- “Sí” - contestó Maguín, en un tono algo decepcionado.

- “Y bien, ¿qué te contestaron los muertos?”

- “Pues en realidad no me contestaron nada, estuve tres horas profiriendo toda clase de críticas e insultos, y en realidad, ni se inmutaron”

El anciano sin variar el tono de su voz le dijo a continuación:

- “Escúchame atentamente. Vas a volver nuevamente al cementerio, pero en esta ocasión vas a dirigirte a los muertos profiriendo todos los elogios, adulaciones y halagos que seas capaz de sentir e imaginar”

La firmeza del sabio eliminó las dudas de la mente del joven artista por lo que despidiéndose, se retiró de inmediato.

Al día siguiente Maguín volvió a presentarse en la casa de anciano...

- “¿Y bien?”

- “Nada” - contestó Maguín en un tono muy abatido y desesperanzado.

- “Durante tres horas ininterrumpidas, he articulado los elogios y elegías más hermosos acerca de sus vidas, y destacado cualidades generosas y benéficas que difícilmente pudieron oír en sus días sobre al tierra, y... ¿qué ha pasado? Nada, no pasó nada. No se inmutaron, ni respondieron. Todo continuó igual a pesar de mi entrega y esfuerzo. Así que... ¿eso es todo?”, preguntó el joven con cierto escepticismo.

- “Sí” - contestó el viejo Khalil.

- “Eso es todo... porque así debes ser tú, Magín: indiferente como un muerto a los insultos y halagos del mundo... porque el que hoy te halaga, mañana te puede insultar, y quien hoy te insulta, mañana te puede halagar. No seas como una hoja a merced del viento de los halagos e insultos. Permanece en tí mismo, más allá de los claros y los oscuros del mundo”