miércoles, 12 de agosto de 2015

El Cielo

Las palabras de despedida que le leímos a nuestro amado padre
en el Jardín Cementerio de Fontibón el 14 de agosto de 2014:

He encontrado un nuevo lugar, donde soy libre:  
He encontrado todo un nuevo comienzo solo hecho para mí.  
Lo único que veo y siento a mi alrededor es paz 
y nunca siento dolor;  
ya no hay días lluviosos, 
todos los días están llenos de sol.   
Ya no me siento viejo y he recuperado mi juventud.  
Todos mis sueños se han convertido en mi verdad. 
Puedo sonreír, puedo reír a carcajadas, puedo caminar y hasta puedo correr;  
Puedo escuchar cada susurro y puedo ver pasar el sol.  
Mi cuerpo está completamente bien y mi mente está clara;  
Ahora conozco todas las respuestas y me siento libre de todo temor. 
Ahora ya sé por que tu sufres por mí y te veo como lloras por mí;  
Tu corazón está lleno de dolor por un amor que era profundo.  
Y yo estoy agradecido con todos los que me amaron de una manera tan hermosa.  
Pero recuerda, yo he encontrado un mejor lugar aquí.  
Yo estaré ahí al lado tuyo.  
Siempre muy cerquita; por lo tanto, por favor no sufras más, no llores más... 
Y siempre y cuando la tristeza vuelva a tu corazón, piensa en mí, como en mi final, piensa en mí, como en mi nuevo comienzo.  
Es una alegría que en la tierra nunca conocí.  
Es una alegría incomparable ver a DIOS 
sentado al lado mío sonriéndome.

lunes, 27 de julio de 2015

El sanador herido

Que las tiernas manos de Dios te sostengan hasta que encuentres la plenitud de TU alma.  
En el verdadero amor, en la certeza de ser útil y la generosidad de servir,  ya que  son fuentes perennes de alegría.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*

Leí alguna vez esta historia que me parece que puede ayudarnos a entender las Bienaventuranzas que nos presenta hoy san Mateo en su Evangelio. “El dueño de una tienda estaba clavando un letrero sobre la puerta que decía "Cachorros para la venta". Letreros como ese atraen a los niños, y tan es así que un niñito apareció bajo el letrero.  –¿Cuánto cuestan los cachorros? – preguntó. – Entre quince y veinte mil pesos – replicó el dueño. El niño buscó en sus bolsillos y sacó unas monedas. Tengo ocho mil pesos – dijo – ¿Puedo verlos, por favor? El dueño sonrió y dio un silbido, y de la perrera salió Laika, corriendo por el pasillo de la tienda seguida de cinco diminutas bolas plateadas de pelaje. Uno de los cachorros se retrasaba considerablemente detrás de los demás.

– ¿Qué pasa con ese perrito? – dijo el niño señalando al cachorro que cojeaba rezagado. El dueño de la tienda le explicó que el veterinario lo había examinado, y había descubierto que no tenía la cavidad del hueso de la cadera. Siempre sería cojo. El niño se emocionó. Ese es el cachorro que quiero comprar. No tienes que comprar ese perrito – le dijo el dueño de la tienda –. Si realmente lo quieres te lo daré. El niño se molestó un poco. Miró directamente a los ojos del dueño de la tienda, y señalándolo con el dedo dijo: – No quiero que me lo regale. Ese perrito vale tanto como los demás, y pagaré todo su valor. En efecto, le daré ocho mil pesos ahora, y mil pesos mensuales hasta que lo haya pagado completamente. No creo que quieras comprar ese perrito – replicó el dueño –. Nunca va a poder correr ni jugar ni saltar contigo como los demás cachorros. En ese momento, el pequeño se agachó y arremangó su pantalón para mostrar una pierna malamente lisiada, retorcida y sujeta por una gran abrazadera de metal. ¡Bien – replicó suavemente el niño mirando al dueño de la tienda – yo tampoco corro muy bien, y el cachorrito necesitará a alguien que lo entienda!

Sólo una persona que tenga espíritu de pobre, podrá entender a los que tienen espíritu de pobres. Sólo alguien que haya sufrido, entenderá a los que sufren. Sólo entenderá a los humildes, quien sea verdaderamente humilde. Sólo quien ha tenido hambre y sed de justicia, entenderá a quienes tienen hambre y sed de justicia. Sólo una persona compasiva, podrá entender a quiénes son compasivos. Sólo aquel que tiene un corazón limpio, podrá entender a los que tienen un corazón limpio. Sólo el que ha trabajado por la paz, entenderán a quienes trabajan por la paz. Sólo aquel que ha sufrido persecuciones por causa de la justicia, entenderá a quienes son perseguidos por causa de la justicia. Sólo quien han recibido insultos y maltratos, y haya sido atacado con toda clase de mentiras, podrá entender a quiénes son insultados, maltratados y atacados con toda clase de mentiras...

Tal vez por eso es por lo que estas expresiones muchas veces nos rechinan interiormente cuando las escuchamos. Porque nuestro corazón ha estado alejado de los valores que nos presenta aquí el Señor. 

Valores que sólo podremos entender cuando los hayamos hecho nuestros. No es fácil predicar esto hoy en una sociedad hedonista que huye del dolor y se le esconde al sacrificio. Pero tampoco podemos dejar de pensar que Jesús vivió esto mismo y por eso pudo entender estas realidades como fuentes de salvación.

Lilo and Baby Rosie